Hay veces en las que pienso que en otra vida nos hemos conocido, que alguna vez pasamos largas tardes juntos, cogidos de la mano, sintiéndonos a través de las yemas de los dedos, mirándonos fijamente.
Yo lo sé y tú también, no me jodas con tu cinismo de mierda.
Sin embargo, eres de esos que todavía me sorprende con detalles, con momentos que rompen la monotonía, o el ritmo de que hacemos juntos en la intimidad. Creo que ya sabes por donde voy, aunque no digas nada.
No sé si me encanta que seas así, o que parpadees de ese modo como solo tú sabes hacer. No sé...
Para no faltar a la verdad, debo admitir que aquellos que un día me dijeron que jamás se conoce a nadie del todo porque cada persona es un universo que se va creando y que lo que vemos, es tan solo una pequeña parte de lo mucho que se esconde en su interior, y tenían razón, pues a los hechos me remito.
Me sorprendes, me encantas, me enloqueces, me revolucionas, me conmueves, a veces haces que sienta cosas que jamás había sentido nunca antes, ¿por qué eres así? Te necesito, aunque tengas tus momentos en que me dejas esperándote sin parar hasta hartarme de tí. No sé si alguna vez te lo he dicho, pero de vez en cuando tengo ganas de mandarte a la mierda porque no te entiendo, y mira que he hecho cosas por ti, para hacerte la vida más fácil, para que tu existencia tenga algún sentido, para que tu auto estima no caiga en un estúpido saco de escombros. Todo llegará.
Tranquilo, soy paciente, porque mira que hay que tener paciencia para soportar sin perder los estribos cada vez que tú, portátil moribundo, te ralentizas, te bloqueas y te reinicias, sino es cuando te da por actualizar, lo cual es peor...
Y aquí estoy, en una relación de amor y odio, en un vínculo basado en la necesidad y un desprecio mal disimulado.